Las horas, los minutos, los segundos, van pasando, para algunos muy
deprisa, para otros, lentamente, y con ello, otro año se va. Muchos no han llegado
al último peldaño de esta escalera de 365 escalones, se han quedado a mitad de
camino y otros muchos han puesto los pies en la escalera por primera vez. Así
es la vida, un continuo engranaje, una rueda que gira y gira en ininterrumpido
tránsito. Esta noche, cambiaremos la escalera, ya casi desgastados los
escalones y pondremos otra nueva, una que sea fuerte, que pueda con nosotros
cuando vayamos demasiado cargados, que soporte nuestras alegrías, nuestras
tristezas, nuestros amores y desamores, nuestras enfermedades, y nuestra voluntad,
una con barandas calientes para cuando tengamos las manos frías y cambien a frías
para calmar nuestros ardores.
No cabe duda de que, esa nueva escalera hay que ir construyéndola mientras
subimos la anterior, para no subir por una con tablones débiles y que no estén reforzados, no vaya a ser que con
cualquier pequeña carga se nos rompa y nos haga caer al vacío; no, hay que ir construyéndola
mientras ascendemos la vieja, para cuando llegue el momento del cambio, podamos
poner el primer, el segundo, el tercer pie, uno detrás de otro con firmeza y
sin miedo, pues sabemos que nos van a soportar con solidez y estabilidad.
Desde mañana, empezaré a usar la nueva escalera de 365 escalones, es mejor
empezar a subir con ganas y empezaré a construir la del 2019 con perseverancia,
eligiendo los mejores materiales, así que ya me dan ganas de ascender con ilusión,
con tesón, con constancia y sobre todo, con paciencia.
Ya estoy en el último peldaño, ya estoy preparada para pisar la nueva y…
ascender.
Ana Chaceta