sábado, 30 de septiembre de 2017

RAZONAMIENTOS


Estoy acostumbrada a razonar, si tengo un diálogo con alguien y tenemos distinto parecer pues hablamos y razonamos hasta llegar a un entendimiento mutuo, a veces puede ser con diferentes idea cada uno, pero siempre intentando razonar. Ahora estoy ante mi madre, una anciana donde ya el razonamiento no existe en su pobre cabecita, y me instiga a hacer cosas, como si yo fuera ahora una adolescente, me dice lo que tengo que hacer, lo que no tengo que hacer, cómo debo de hacer de comer, lo que tengo que comprar... Antes me decía que tengo que comprar un mueble para la cocina, para que coloque mejor las cosas... Y no le puedo decir: "mamá, déjame respirar".
Pero después pienso, podría ser peor, siempre está la posibilidad de que la situación pueda empeorar y con eso me consuelo, pero me quedan las ganas de sentarme enfrente de ella y decirle: Mamá, he llevado una casa donde eramos cinco de familia durante muchos años, sé que es lo que tengo que comprar, y lo que tengo que hacer de comer, y el mueble no es necesario, etc. etc., pero ahora mismo intento escribir este micro relato y la tengo enfrente diciéndome que tengo que fregar la cocina (que está limpia), que hay que rasparla con el rascador porque a ella le ve un cerco blanco ¿? Le digo: "no te preocupes mamá, está limpia", y me contesta: si, pero yo le veo un cerco blanco...

Va camino de ver la T.V. en su sillón, con sus auriculares inalámbricos, y ahora es el momento de desconectar yo un poquito. Momento relax. 

miércoles, 27 de septiembre de 2017

CLUB PARA MAYORES



La verdad es que nada de la convivencia tiene desperdicio. Es un amplio abanico de anécdotas que, o le pasa algo a ella, o me pasa a mi por ella, o nos pasa a las dos… Lo cierto es que es una fuente de ideas, que dicho sea de paso, me viene fenomenal, pues mis musas estaban de viaje desde hace algún tiempo.
Hoy les contaré una anécdota en la que me tuve que reir. Fui a hablar con la trabajadora social para el tema de mi madre, puesto que hay que empezar a arreglar papeles para la Ley de Dependencia desde ya, ahora que aún camina y como puede, se defiende todavía. El refrán de “Las cosas en palacio, van despacio” aquí viene que ni pintado, puesto que empiezas a tramitar papeles hoy y te conceden la ayuda al año mas o menos, cuando algunas de las personas necesitadas ya han pasado a mejor vida. Pues como les decía, hablando con la trabajadora social, aparte de informarme muy bien, diciéndome paso a paso lo que debía de hacer, tras mi pregunta de si sabía de algún club de mayores para entretenimiento, me dijo que no, pero que alguna vez oyó de uno que por cierto estaba muy cerca de donde nos encontrábamos y que me podía pasar por allí a ver… Y eso hice.
Me encontré ante una puerta muy alta, de una casa antigua; no vi ningún letreto anunciante de nada. La puerta no estaba cerrada del todo, empujé y cedió y entré en un zaguán de techo alto y pintado todo de blanco, unos tres o cuatro escalones y al lado una rampa, pensé: “está preparado para las sillas de ruedas”, enfrente una puerta normal -que comparada con la de la entrada parecía pequeña- estaba cerrada; me fijé y vi una mirilla con un timbre y toqué. Sin que nadie contestara, la puerta se abrió. ¡Oh! ¡Que contraste! De un zaguán blanco y frío pasé a la antesala de un ascensor donde la luz se había convertido en penumbra, las paredes decoradas en brocado rojo y negro -al menos a mi me lo pareció- una lampara calada de artesanía marroquí colgaba del alto techo, y nadie… Yo me a treví a decir dos o tres veces “Hola… Hola… Hola…”  Solo vi la opción de usar el ascensor, y así lo hice. Solo un piso, no había más plantas, pulsé y se abrió ante mi un espacio vacío enorme, con los techos altos, la misma decoración de paredes brocadas en rojo y negro un olor ¿sensual?, y una música árabe de fondo, muy agradable…
Hola -me dijo una chica que apareció por allí- y le contesté: “Hola, buenos días, mire mi dijeron que aquí había un local para mayores”, enseguida me respondió: No… ya no está. Estuvo aquí, pero ya no. La verdad, es que el sitio me impactó, pensé que era un club marroquí o algo parecido y la curiosidad pudo más que la discreción y le pregunté: Perdona… ¿Este sitio que es? Y me contestó: Un prostíbulo. - ¿En serio?  Le dije –  Y con una sonrisa me lo afirmó. Yo solo le sonreí también y me despedí. Lo cierto es que me quedé con ganas de ver más, porque el sitio era extraño y bonito.

A lo mejor, a mi madre, con lo alegre que es (a veces) le hubiera gustado a sus 90 años estar en ese lugar mejor que en el de los ancianos, creo que se lo hubiera pasado mejor, y eso mismo pude corroborarlo cuando se lo dije, me dijo justo lo que yo pensaba...

DE HIJA A CUIDADORA


Aunque para mi sigue siendo mi madre, yo para ella ya no soy su hija, no me ve con ojos de madre, ahora su prioridad es ella. En personas sanas lo podríamos catalogar como egoísmo, pero ella ya no está sana, aún no sé si es principio de Alzheimer, o demencia senil o problemas cognitivos, lo cierto es que ya no es ella. 

Lo que no es normal es que yo ya me vuelva como mi madre, me veo ahora mismo, las 2:21 horas de la madrugada dándole vueltas y vueltas a la cabeza (como hace ella) pensando en sus caprichos y en la que me espera mañana cuando se levante y empiece con su retahíla de horas hablando y hablando para ella sola y repitiendo (con mal humor) las mismas cosas. Tengo claro que mañana el tema será “la ventana” y me dirá a mí, llamará a las amigas para contárselo y estará de mal humor todo el día, aunque en estos momentos esté durmiendo a cuerpo de rey. Mañana se levantará diciendo que no ha dormido en toda la noche etc. Etc. Y es que se ha empeñado en que no puede dormir con la ventana de la alcoba cerrada. ¡Pero si lleva 19 años durmiendo en un cuarto sin ventanas! Fue llegar a mi casa y decir que ella tenía que dormir con la ventana abierta porque si no se asfixiaba ¿? Y mira por donde, vivo pegadita al mar y ha empezado el otoño, y lo que quiero decir con esto es que, siendo asmática y alérgica al frío, el relente de la madrugada me enferma literalmente, y le da igual, ni se preocupa, se empecina en que se asfixia, y ahí está, durmiendo como una bendita y yo comiéndome la cabeza.
Ya sé, me digo: “Paciencia”, y aquí estoy, con la paciencia que hasta ahora tengo, con la amenaza de mi madre que ella esto no lo aguanta, y sin saber que se hace en estas situaciones. Se acaba de levantar a hacer pis y ha cogido un gran abanico y se está abanicando delante de mí, diciéndome con su actitud y sin palabras que quiere la ventana abierta. Me veo el resto de su vida o la mía durmiendo en un sofá en el salón y dejándole mi alcoba a ella para que duerma con su ventana abierta.
Realmente, este es el motivo por el cual he abierto este blog, no sé qué hacer porque ella está bien, ni está tosiendo, ni se está asfixiando, ni nada de nada, es muy peliculera y para colmo miente más que habla. Es capaz de inventarse dolores para salirse con la suya. De verdad que estoy perdida. Mañana le pediré cita con un neurólogo y que me diga qué tiene y pautas a seguir.
Es que no la he visto avanzar en la vejez paulatinamente, ha venido a mi ya con la vejez encima, apenas lleva un mes conmigo y está triste, le cuesta adaptarse, y yo todo eso lo entiendo, porque a mí también me cuesta adaptarme, de vivir sola y tener toda la libertad del mundo, ahora en mi nueva misión de cuidadora, me siento perdida. No he hecho practicas con ella a medida que cumplía años, vivíamos separadas 60 kilómetros, distancia que a mí se me hizo mas larga al no tener coche. Nos veíamos, y salíamos a comer, o venía a casa una o dos semanas, pero nunca una convivencia larga.
Pienso que el amor hace más fácil todo, y eso no me falta.
Sé que hay muchos hijos cuidadores, que es ley de vida cuidar a los mayores como ellos nos cuidaron a nosotros, aunque lo pongan difícil, pero me tengo que mentalizar que ya no le puedo hablar como a una persona con todo su tino, ella tiene su película hecha en la cabeza y por más que le expliques, no sirve de nada. Bueno, intentaré dormir un poco, tengo que estar fuerte para poder afrontar mañana un día nuevo.
Si alguien me lee y quiere opinar, tiene las puertas abiertas de este blog, a mí me servirá de ayuda, que es realmente lo que ella necesita.








martes, 26 de septiembre de 2017

RISAS

No siempre son pesares, a veces nos reímos mucho juntas como esta mañana. Me desperté con una fuerte afonía que se resiste a marcharse pues la estoy padeciendo desde hace tres días, me sentía fatal, me dolía muchísimo la garganta y tenia un mal cuerpo increíble, un frio… Quise hacerle ver a mi madre que podía ser útil cuidándome, pues yo necesitaba mimitos. Teniendo en cuenta que a mí no se me entendía casi nada y que ella es bastante sorda, pues la situación fue muy chistosa. La llamé afónica perdida: “mamá”  (tres o cuatro veces), cuando me oyó, vino a la cama y le digo: “mamá mira… ¿Qué? Escucha… si, dime… mira, en el bolso de las medicinas… ¿Qué?... ¡mamá! ¿Qué? … que en el bolso de las medicinas hay un botecito amarillo… ¿Qué?, que en bolso hay un botecito amarillo tráemelo por favor. La veo que se da media vuelta y al momentito la oigo como una letanía “un bolso amarillo, un bolso amarillo, un bolso amarillo”. Estaba buscando lo que ella entendió, un bolso amarillo. No podía dejar de reírme con el dolor de garganta y todo. Me levanté y se llevó un gran susto porque no me esperaba y le dije: esto mami, este botecito amarillo (la lizipaína), nos reímos las dos con ganas y tuve que darle besos y es que la veo tan indefensa…
Hoy duerme feliz, fue a visitar a sus amigas al club, en Maspalomas, la llevó una de sus nietas y vino cansada por el viaje, pero feliz. Ya no le molesta que la ventana esté cerrada, lo que creo que significa que vamos superando etapas.

Se me presenta un nuevo reto, poco a poco tengo que aprender o mejor dicho enseñarle a ella el desapego, porque ahora mismo no quiere hacer nada sin mí. Pero, como he dicho, poco a poco.

EN SU LINEA

Hace más de dos meses que no escribo nada sobre mi madre, y no es precisamente porque no haya ocurrido cosas, que pasar han pasado, p...