jueves, 21 de diciembre de 2017

MI LORITA



Alguna vez pensé en comprar un loro (cosa que nunca hice), me gustó cuando en alguna ocasión, o en algún lugar, lo escuché hablar, pero la naturaleza es muy sabia y cuando no lo llegué a comprar fue por algo, yo no sabía que con el tiempo, iba a tener uno en casa: mi madre. ¡Cómo habla! Más que un loro, nunca mejor dicho. Habla sin tino, me cuenta las mismas historias una y otra vez, yo la miro como el perrito que movía la cabeza, si, ese que iba detrás en el coche, que tú desde tu coche lo veía mover la cabeza siempre asintiendo en el coche de delante,  pues yo, igual, me habla y la escucho moviendo la cabeza hasta que alguna vez su relato me sirve de arrullo y me voy quedando dormida y entonces se enfada y no me queda otra que abrir bien los ojos. Yo me río, y es que tengo que reírme porque, ¿qué otra cosa puedo hacer? No le puedo tapar la cabeza con un trapo negro para que no hable.
Yo alucino viéndola, sobre todo cuando habla por teléfono con las amigas o con su hermana o su cuñada, miente más que habla, se inventa vivencias que yo me quedo mirando y le hago una señal como diciendo: “¡mamá!”, y ella me hace un gesto con la mano como diciendo “déjame tranquila”. Por eso, cuando me habla a mi de ellas no me creo nada.
Es increíble cuando la oigo que le dice a su hermana: “Pues a Pepa (la cuñada de ambas), le han mandado un aparato en la espalda para el dolor (las tres rondan mas o menos la misma edad, aunque mi madre presume que ya tiene 90 y ellas aún no) y la pobre está fatal”. Y yo me pregunto ¿de dónde se sacó ella ese “aparato”? que yo sepa solamente le mandaron unas pastillas y una pomada, pero ella le encasquetó un aparato imaginario que se inventó y se lo puso en la espalda. O le dice: “no, mi hija está fatal, acostada con un dolor desde ayer” y yo, que soy esa hija, sentada al lado de ella haciendo punto. Y como esto, se inventa montones de historias, que a mi me hacen reír mientras la escucho. La apariencia de una niña traviesa esconde su deterioro cognitivo. Aunque sé que son situaciones para entristecerte porque, ves como avanza su demencia, no deja de ser la convivencia del día a día, y no me puedo permitir ni por ella ni por mi estar triste todo el día, no le hago daño por sonreírme, todo lo contrario, para ella es como si estuviera haciendo una perrería si ve que me río y entonces, ella también se ríe.
Tiene historias aprendidas, como si las hubiera sacado de un guion y esas, las relata “casi” sin improvisar, debe de ser por estar tantas veces contadas, pero otras te las cuenta cada vez, con algunos cambios  en el argumento.
En definitiva, mi madre tiene ahora mismo una única verdad, y es lo que ella dice, inventado o no. Así que disfrutaré de mi lorita particular y de sus distorsionadas historias porque lo verdaderamente importante es oírla.
Ana Chaceta


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