miércoles, 30 de mayo de 2018

EL DINERO


Por diferentes motivos, mi madre nunca ha tenido que administrar un sueldo, siempre lo han hecho por ella, nunca ha sabido manejar el dinero, por lo tanto, no le da ninguna importancia. A ella lo que le gusta son los billetes de cincuenta (como dice ella), mientras tenga un billete de cincuenta para gastar, es feliz; lo que pasa es, que cada vez que le doy uno, pues no sé lo que hace con él, porque aparte de pagar algún cortado que otro, ella no tiene gastos, pues los que tiene de arreglo de pies y manos y peluquería o cualquier ropa o calzado lo compro yo, pero, tiene una costumbre, que no se si es de antes o de ahora que es que guarda, o mejor dicho, esconde el dinero y a lo dos o tres días me dice que ya no tiene dinero. Pero no se cansa de decir que ella no gasta nada, que ella con diez euros tiene para el mes y si me hace falta me lo da. Ya lo sé, todo es surrealista, nada tiene que ver con la realidad, bueno, con su realidad sí. El Alzheimer avanza, y ya cada vez se acuerda menos de las cosas que acaba de hacer, por lo tanto, no se acuerda que lo guardó y mucho menos, donde. Y cuando le pregunto en qué se lo ha gastado, se coge unos cabreos impresionantes. Milagros, la señora que está con ella todas las tardes, de lunes a viernes, desde las cuatro hasta las diez de la noche (está encargada de llevarla todas las tardes a un club social donde juegan a la lotería y a las cartas), me comenta que a veces le dice que se adelante y la ve que le da dinero a algunas personas. Yo flipo, porque es imposible hacerle entender ni esto, ni nada, entonces lo que tengo que hacer es aguantar su enfado sin hablarme, hasta el otro día que se levanta de la cama y ya no se acuerda de que estaba enfadada conmigo.

A veces nos reímos, no de ella, por supuesto, sino con sus ocurrencias. Está empeñada de que no le dejamos hacer cosas que “ella cree” que puede hacer. Ahora está como los niños, culo veo, culo quiero, y ha visto paseando por la avenida a personas que llevan esa silla de ruedas que es eléctrica, que tienen que manejarla ellos mismos, pues ahora quiere una. ¡Pero si no ha conducido en su vida! Y ya no sabe ni contestar al teléfono, pregunta cada vez que llaman: ¿Dónde aprieto, en el verde o en el otro? Y para colgarlo, lo mismo, ya hasta una simple llamada, muchas veces, le cuesta muchísimo, pero ella, empeñada en que quiere un coche de esos, que es barato y ella como es mayor, se lo dejan a mitad de precio. Esto ya no va con paciencia, ya no sé ni con qué va. Pero es tan frágil, parece como si cada día menguara un poquito, me da mucha penita, pero bueno, está aquí, y si es sin sufrir, espero que siga por tiempo.

Ana Chaceta

2 comentarios:

  1. Mi querida Ana, he vivido eso desde los dos lados. Trabajé con enfermos de Alzheimer durante 24 años, ya jubilada me tocó cuidar a dos primas que vivían en casa. Una de ellas, al principio de su enfermedad hizo lo mismo que tu madre, dar dinero a personas tan malas que, aún sabiendo su enfermedad se aprovecharon. Una idea es darle dinero falso. A mí me dio resultado. Un abrazo preciosa.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Que buena idea, Maria¡ Tú ves, siempre se aprende algo. Muchas gracias.

      Eliminar

EN SU LINEA

Hace más de dos meses que no escribo nada sobre mi madre, y no es precisamente porque no haya ocurrido cosas, que pasar han pasado, p...