Son las 0:13 horas y acabo de acostar a mi madre, y allí está rezongando,
porque quiere que yo me acueste a la misma hora que ella, juntas para todo, la
oigo que me dice: “no apago la luz hasta que tú no te acuestes. Ven ya”. Y yo
le digo desde mi sillón de escritorio: “mamá, que ahora voy, y es entonces
cuando se establece un diálogo de besugos, porque la pobre está sorda como una
tapia y me hace repetirle y repetirle las cosas hasta cuatro y cinco veces,
terminé yendo a su cama para decirle que me había puesto a escribir un poco y
me dice: ¿Ahora te vas a poner a escribir? Acuéstate ya.
La noche es un ritual, la cena, las pastillas, el pañal, su cama… Aunque
tengo que decir que ella es bastante independiente, solamente la tengo que
ayudar en contadas ocasiones, y que otras muchas, son las que ella me ayuda en la casa, pues aún, gracias a Dios, se maneja bien sola y eso hace que
tampoco para mí sea una labor pesada, ni muchísimo menos, todo lo contrario, le
agradezco todo lo que ella me quiere ayudar. No le puedo reprochar que se
deje el grifo abierto, ni que gaste papel higiénico y servilletas de una manera
exagerada, me da igual, su cabecita ya no da para más. Me decía mientras
estábamos en el ritual nocturno de ir a dormir: “Con lo bien que estabas tú
sola, ahora conmigo aquí y con todo este trabajo”. Yo le decía que ella no me
estorbaba, que estoy muy contenta de que esté conmigo y más aún cuando la oigo
decir que es muy feliz.
No sé si se habrá dormido, pero por lo menos está calladita en su cama y es
ahora cuando me remonto a años atrás, cuando yo disfrutaba de estos momentos,
momentos donde no era mi madre, sino mis hijos los que dormían en sus
respectivas camas después de cualquier día de nuestra convivencia. Son momentos
donde escucho el silencio, donde todo descansa y respiro ese aire de
satisfacción por el deber cumplido, y además cumplido con el máximo amor que sé
dar.
Ella ha cambiado muchísimo, no sé si por el tratamiento para la depresión,
si por que su adaptación al nuevo medio -mi casa-, o su adaptación al entorno
social nuevo… lo cierto es que, me dice constantemente que es feliz, y de verla
llorando y muy triste y amargada a verla como está ahora… siento que yo también
soy feliz.
Parece que se durmió, tiene una facilidad para quedarse dormida según se
acuesta asombrosa, como dice ella, no llega ni a la mitad del Padrenuestro. Y yo,
creo que voy a imitarla, aunque no me duerma con tanta facilidad, pero ya es
hora del descanso, mañana será otro día.
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