jueves, 28 de junio de 2018

SU MUNDO


Parece que a partir de ahora he de vivir en un continuo “diálogo de besugos”. Nunca había estado con alguien que trabucara tanto las palabras, y donde el diálogo se convirtiera en un galimatías. Esta enfermedad de Alzheimer es tan enrevesada y tan dañina que el que la ve desde afuera, ve como va minando la vida de una persona poco a poco, de tal manera, que quien lo padece no se da ni cuenta, va perdiendo el norte, sus recuerdos y su presente día a día. Yo no sé aún en que fase está mi madre, porque me falta el diagnóstico del neurólogo en la próxima cita, ya están hechas las pruebas, solamente falta que la vean, pero, ahora, es un continuo repetir y repetir, y conversaciones sin sentido. No tengo ni idea de lo que vendrá después, sé lo que he leído, lo que me han dicho, pero claro, cada persona es un mundo, y el mundo de mi madre, aún está por descubrir.
Ana Chaceta

jueves, 14 de junio de 2018

EL PERFUME




A algunas personas, con la edad, se le va perdiendo el olfato y esto hace que a veces, las pobres, vayan  de la manera que iba hoy mi madre.
Se estaba arreglando para irse a jugar al club cuando la veo que con la colonia Vandervilt, que no digo que huela mal, pero, es muy fuerte, pues con esa la veo que se empieza a pulverizar por el cuello, las axilas, el pecho, la barriga, sus partes intimas y además la ropa que se iba a poner. ¡Dios mío! Casi me asfixio, y ella tan campante. Le digo: “mamá, mi niña, ponte poquito que es muy fuerte y huele demasiado” Pues por eso se cogió un empute descomunal, Decía: “pues ya no me puedo ni poner colonia, todo lo hago mal, etc. etc.” Mientras se pintaba la cara era un poema, con el cabreo que tenía. En la casa no se podía estar, el olor no se iba, y duró por mucho tiempo. Al día siguiente, cuando ya no se acordaba del enfado le dije: “mamá, ven para acá que tenemos que hablar” y me contesta (siempre tirando puntitas): “pues mira a ver que me vas a decir para saber si dejo la puerta abierta” (amenaza directa, queriéndome decir que según lo que yo le diga, pues se va -cómo si la pobre tuviera donde ir-.) Le digo con todo el amor que le tengo y con la paciencia -que se me quiere ir, pero ahí la tengo retenida-. “A ver, mamá. A las personas mayores se les va un poquito el olfato, y no se dan cuenta a veces de los olores fuertes. Si tú estás bañadita (porque limpia si lo es) y limpia como los chorros del oro, no tienes que ponerte tanta colonia, no te hace falta, porque esa colonia es muy fuerte y si te pones mucho, pues ya no hueles, ya apestas a colonia”. Respuesta de ella: “Ahora voy apestando…” y le digo: “Si, si te pones mucha sí.” Se le puso cara de niña pequeña diciendo “ya no vuelvo a hacerlo más” y se quedó tranquila.
Las colonias siguen oliendo igual, aunque nosotros perdamos el olfato, no por ello te tienes que echar medio bote. Esto a lo mejor hay personas a las que nadie se lo ha dicho, y las pobres van por ahí llevando un halo de perfume que a veces cuesta acercarse a ellas.
No sé si mi madre lo volverá a hacer, porque todo lo que hablamos se le olvida. Y si fuera así, pues se lo repetiré de nuevo. ¿Qué vamos a hacer?

martes, 12 de junio de 2018

ALBORNOZ VERDE



Ayer me dio por hacer limpieza en los roperos, tirar lo viejo e inservible, porque guardamos ropas y cosas por años, que no nos ponemos, y solamente ocupan un lugar que es necesario para todo lo nuevo. Así que me puse a ordenar y vi un albornoz verde que mi madre no usa, ella tiene tres para su uso y ese lo tenía hecho un ovillo en un rincón de su ropero así que le dije: “mamá, me quedo con este albornoz para la piscina”, y ella me dijo: “coge lo que quiera, lo que yo tengo es tuyo” (a veces me dan ganas de comérmela a besos), (y otras, de darme cabezazos contra la pared) Esta mañana me pongo a guardar las  mantas que eran para subir al altillo del ropero y no veo el albornoz verde. Le pregunto a mi madre si lo ha visto y ella dice que no. Empieza la búsqueda del dichoso albornoz. Mi casa es pequeña, solamente hay dos roperos el de mi madre y el mío y nada más. Por más que buscaba, el albornoz verde estaba desaparecido. Mi madre había hecho las dos camas y no sé por qué me dio por mirar debajo de la almohada y “Bingo”, el albornoz bien dobladito debajo de mi almohada. ¡Mamá! La llamo, ¡ya apareció! Porque a todas estas, ella también lo estaba buscando, en todos los cajones, en su ropero… ¿Dónde estaba? Me pregunta ¡¡Como si no lo hubiera guardado ella!! Le digo que debajo de la almohada y me dice: “pues yo no lo he tocado”. Le digo: ¿pero, tú no hiciste la cama? Y me dice: “sí, pero yo no he visto el albornoz.
¿Qué voy a hacer? Así tengo algunas cosas “perdidas” que creo que algún día encontraré, si no las ha tirado a la basura. ¿Pero saben qué? Verla cantando mientras va de un lado a otro de la casa, trasteando, no tiene precio.
Ana Chaceta

EN SU LINEA

Hace más de dos meses que no escribo nada sobre mi madre, y no es precisamente porque no haya ocurrido cosas, que pasar han pasado, p...