Esta mañana me dio un jamacuco y mi madre, la pobre, se
asustó un montón, no sabía que hacerme. La escuchaba decir: “No es justo, me
debería poner mala yo y no ella. ¿Y si a ella le pasara algo, que es mis pies y
mis manos?” La pobre, se asustó mucho, ya no sé si por mi o por ella, pero esa
preocupación me dio pena. No sabía que hacerme, me trajo agua, también la bolsa
de cebollas troceadas y congeladas envueltas en un trapito y trabadas con un
alfiler de la ropa y me la puso en la cabeza -cosa que me refrescó bastante-, y
se retiraba preocupada y hablando sola. Yo le daba las gracias y le cogía la
mano, y ella preguntaba: “¿estás mejor? ¿estás mejor? Pobrecilla. Se invierte
los papeles, y es que somos humanos y no sabemos a quien ni cuando nos visita
un malestar -por no decir algo peor-.
Sin embargo, ahora que vamos para que le hagan la
pedicura y que ya pasó todo, nos hemos reído con ganas porque me dice ella:”
oye, ¿tú no me debes dinero? Y le contesto, ¿pero a ti no se te olvidan las
cosas? Y solo esto fue el desencadenante de unas buenas carcajadas. Incluso
ella dijo que a ver si nos iba a pasar algo por todo lo que nos habíamos reído.
¡Así es la vida! Disfrutemos de las risas y pasemos los
jamacucos rapidito.
Ana Chaceta
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