Estamos viviendo en la familia un acontecimiento importante, en breve se
casa mi hijo, y yo soy la madrina, así que estamos todos igualmente encantados
que nerviosos. El espacio de mi casa no ha crecido, pero si mi corazón para
acoger a mi hija y su novio que nos acompañaran durante un tiempo hasta después
de la boda. Me viene a la memoria cuando viajábamos a Sevilla a casa de mis tíos
toda mi familia y allí nos quedábamos todos, y sin caber, cabíamos. Esto claro,
que para una persona que no tiene bien su cabecita, le puede ocasionar algún
que otro problema, y así ha sido. En primer lugar. aparecieron los celos, el
pensar que hablamos a sus espaldas sabe Dios qué, si mis hijos van a la playa enfadarse
porque no la llevan, decir que está todo el día sola estando yo con ella (esto
cada vez me asusta más, porque ya no soy solo invisible para los hombres, ya
hasta para mi madre soy invisible). Esto me apena mucho más que nada porque no
es lo mismo que yo cuente algunas cosas a que se vivan, y mi hija al ver como
es el panorama, lo ha pasado muy mal. Le da mucha pena de la abuela, pero a mi
me adora y ver este dolor que me ocasiona, la entristece muchísimo, hubiera
preferido que no lo viviera, porque los nietos deben de quedarse con los buenos
recuerdos de los abuelos.
Las dos hemos hablado de la abuela, mi madre: las dos hemos recordado
tiempo atrás y no tengo muy claro como es este Alzheimer, pero en ella lo más
resaltable, desde luego es su falta de memoria y su repetir y repetir, pero
después en su comportamiento es tal cual era, pero mucho más acentuado su mal
humor y sus pensamientos retorcidos. Creo que ya comenté una vez que mi madre tiene
ese típico carácter de alegría en la calle y amargura en la casa. Cada tarde
cuando sale con Milagros, su segunda cuidadora, se van cuatro o cinco horas a
jugar al club, de lunes a viernes y cuando llegan, al cruzar el umbral de la
puerta ya viene con la cara de vinagre (yo lo digo así porque pone la boca como
si acabara de beber vinagre, como si estuviera asqueada), y le pregunto a
Milagros que qué le ha pasado, por que viene enfadada y me dice que estuvo toda
la tarde bien y que venía por el camino bien y que la cara le cambia al llegar
a casa.
Todos me dicen “paciencia”, pero no se trata de paciencia, se trata de
comprender cuál es su enfermedad y afrontarla con entendimiento. No va con
razones porque ella tiene una idea propia en la cabeza -que no tiene nada que
ver con la realidad- pero, es su realidad. Después de hacerle entender mi hija
a mi madre que estaba equivocada, que las cosas no eran así, y además, lo hacía
con muchísimo cariño, terminó dándose cuenta de que ella nunca lo iba a ver de
otra manera que no fuera la suya. He tenido que aprender a oír y asentir sin
escuchar, a no juzgarla por sus palabras o hechos, y a mentir. Me cuesta muchísimo
hacerlo, pero, he de hacerlo para su bienestar.
Ayer, después de un día duro con ella, pensé: "tiene salud" -podría ser peor- estamos viviendo
un momento muy bello y por eso tengo que dar gracias a Dios. Las historias se
irán viviendo según vayan llegando.
Ana Chaceta
Que gran suerte la de tu madre tener una hija como tú. Has sabido entender la enfermedad y, en vez de enfrentarte a ella, te has echo su amiga para, de ese modo, sobrellevar esa prueba que la vida te ha puesto en tu camino. Siempre te he admirado como la gran escritora que eres. Hoy mi admiración se ha multiplicado al ver serenidad ante la adversidad. Un abrazo lleno buenas energías preciosa.
ResponderEliminarA veces me resulta difícil, pero luego pienso que qué otra cosa puedo hacer. Gracias mi querida Maria, por estar siempre ahí. Un abrazo.
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